Un anciano jardinero colocó muchas semillas y a pesar de su gran dedicación y cuidado estas no pegaban ni brotaba en un gran terreno, lo cual le daba una gran desilusión, pero de pronto decidió hacer algo diferente miró y en una esquina del jardín y allí había un suelo diferente, el otro había sido árido y seco, este era un suelo blando, lleno de nutrientes, cálido y húmedo, fue allí dónde decidió hacer un último esfuerzo y sembrar una semilla la última que le quedaba y cuidarla con el esmero de siempre al cabo de un mes la semilla había brotado y cada vez tenía un tallo más fuerte y hermoso, convirtiéndose en un árbol fuerte, frondoso y con hermosos frutos que vendía para sobrevivir. Nuestras acciones son como semillas que necesitan un terreno "fértil" para poder crecer y reproducirse, para poder darnos frutos, si siempre das y no recibes lo que esperas tal vez es que tienes que mirar a otro lado y colocar tu semilla en un lugar diferente, en aquel lugar que la acoja y la haga suya y la haga fortalecerse y florecer.
Sala de "Estar"
No hay comentarios:
Publicar un comentario