jueves, 19 de diciembre de 2013

El Cuento de Barba Azul

~Cuento de Charles Perrault, 1697

Quiero compartir con ustedes  cada cierto tiempo diferentes cuentos y mitos que nos habitan a cada uno de nosotros y nosotras, hombres y mujeres,  cuentos que son parte de nuestra historia individual y colectiva, y la de nuestros antepasados.  Historias que representan  pequeñas o grandes esencias internas femeninas y masculinas y de nuestras relaciones, aspectos buenos y malos, heridas que hay que sanar, así como fortalezas y posibilidades.  Porque desentrampar nuestros mitos nos permite desentramparnos a nosotr@s mism@s  y afrontar las situaciones de vida desde la luz y el presente, alejando los fantasmas del pasado.

Barba Azul


Hay un trozo de barba que se conserva en el convento de las monjas blancas de las lejanas montañas.  Nadie sabe cómo llegó al convento.  Algunos dicen que fueron las monjas que enterraron lo que quedaba de su cuerpo, pues nadie más quería tocarlo.  La razón de que las monjas conservaran semejante reliquia se desconoce, pero se trata de un hecho cierto.  La amiga de mi amiga la ha visto con sus propios ojos.  Dice que la barba es color azul añil.  Es tan azul como el oscuro hielo del lago, tan azul como la sombra de un agujero de noche.  La barba la levaba hace tiempo uno que dicen era un mago frustrado, un gigante muy aficionado a las mujeres, un hombre llamado Barba Azul.

Dicen que cortejó a tres hermanas al mismo tiempo.  Pero a ellas les daba miedo su extraña barba de tono azulado y se escondían cuando iba a verlas.  En un intento de convencerlas de su amabilidad, las invitó a dar un paseo por el bosque.  Se presentó con unos caballos adornados con cascabeles y cintas carmesí.  Sentó a las hermanas y a su madre en las sillas de los caballos y los cinco se alejaron a medio galope hacia el bosque.  Pasaron un día maravilloso cabalgando mientras los perros que los acompañaban corrían a su lado y por delante de ellos.  Más tarde se detuvieron bajo un árbol gigantesco y Barba Azul deleitó a sus invitadas con unas historias deliciosas y les obsequió manjares exquisitos.

Las hermanas empezaron a pensar “bueno, a lo mejor este Barba Azul, no es tan malo como parece”.  Regresaron a casa comentando animadamente lo interesante que había sido la jornada y lo bien que se lo habían pasado.  Sin embargo, las sospechas y los temores de las dos hermanas mayores no se disiparon, por lo que éstas decidieron no volver a ver a Barba Azul.  En cambio, la hermana menor pensó que un hombre tan encantador no podía ser malo.  Cuanto más trataba de convencerse, tanto menos horrible le parecía aquel hombre y tanto menos azul su barba.

Por consiguiente, cuando Barba Azul pidió su mano, ella aceptó.  Pensó mucho en la proposición y le pareció que se iba a casar con un hombre muy elegante.  Así pues, se casaron y se fueron al castillo que el marido tenía en el bosque.

Un día él le dijo:
-Tengo que ausentarme durante algún tiempo.  Si quieres, invita a tu familia a venir aquí.  Puedes cabalgar por el bosque, ordenar a los cocineros que preparen un festín, puedes hacer lo que te apetezca y lo que desee tu corazón.  Es más tienes, aquí mi llavero. Puedes abrir todas las puertas que quieras, las de las despensas, las de los cuartos de dinero, pero no utilices la llave que tiene estos adornos encima.
La esposa contestó:
-Me parece muy bien, haré lo que tú me pides.  Vete tranquilo, mi querido esposo, y no tardes en regresar.  Así pues, él se marchó.  Sus hermanas fueron a visitarle y tuvieron por saber qué quería el amo que se hiciera en su ausencia.  La joven esposa lo dijo alegremente.
-Dice que podemos hacer todo lo que queramos  y entrar en todos los lugares menos en uno, pero no sé cuál es.  Tengo la llave, pero no sé a qué puerta corresponde.
Las hermanas decidieron convertir en un juego la tarea de descubrir a qué puerta correspondía la llave.  El castillo tenía tres pisos de altura con cien puertas en caa ala, las hermanas fueron de puerta en puerta y se divirtieron muchísimo abriendo las puertas.  Detrás de una puerta estaban las despensas de la cocina; detrás de otra toda suerte de riquezas y todo parecía cada cual más prodigioso.  Al final, llegaron al sótano y al fondo del pasillo, se encontraron con una pared desnuda.
Estudiaron desconcertadas la última llave, de los adornos encima. 
-A lo mejor esta llave no encaja en ningún sitio.
Mientras lo decían, oyeron un extraño ruido.  Asomaron la cabeza por la esquina y ¡oh prodigio! Vieron una puertecita que se estaba cerrando.  Cuando trataron de volver a abrirla, descubrieron que estaba firmemente cerrada con llave.  Una de las hermanas gritó:
-¡Hermana, trae la llave! Esta debe de ser la puerta.
Sin pensarlo, una de las hermanas introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar.  La cerradura chirrió y la puerta se abrió, pero dentro estaba todo tan oscuro que no se veía nada.
-Hermana, trae una vela.
Encendieron una vela, contemplaron el interior de la estancia y las tres lanzaron un grito al unísonos, pues dentro había un lodazal de sangre por el suelo estaban diseminados los ennegrecidos huesos de unos cadáveres y en los rincones se veían unas calaveras amontonadas cual si fueran pirámides de manzanas.
Volvieron a cerrar la puerta de golpe, sacaron la llave de la cerradura y se apoyaron la una contra la otra, jadeando y respirando afanosamente ¡Dios Mío! ¡Dios Mío!
La esposa contempló la llave y vió que estaba manchada de sangre.  Horrorizada, intentó limpiarla con la falda de su vestido, pero la sangre no se iba
¡Oh no! –gritó
Cada una de sus hermanas tomó la llavecita y trató de limpiarla pero no lo consiguió. La esposa guardó la llavecita en el bolsillo y corrió a la cocina.  Al llegar allí vió su vestido blanco manchado de rojo desde el bolsillo hasta el dobladillo, pues la llave estaba llorando lentamente gotas de sangre de color rojo oscuro.
Rápido, dame un poco de crin de caballo, le ordenó a la cocinera.
Frotó la llave pero no dejaba de sangrar con nada.
-¿Qué voy a hacer? – gritó entre sollozos.  Ya lo sé.  Esconderé la llavecita en el armario de la ropa .  Esto es una pesadilla todo se arreglará.
El esposo regresó al día siguiente y llamó a su esposa
-¿y bien? ¿Qué tal te ha ido en mi ausencia?
-Ha ido todo muy bien, mi señor.
En tal caso será mejor que me devuelvas las llaves.   Le bastó un vistazo para darse cuenta que faltaba la llave pequeña.
- ¿Dónde está?
-La he perdido.  Sí la he perdido, salí a pasear a caballo y se me cayó el llavero y debí perder la llave.
-¿Qué hiciste con ella mujer?
-No… no..me acuerdo.
-¡No me mientas! ¡Dime qué hiciste con la llave  y la agarró por el cabello.
-¡Esposa infiel! –gritó y la arrojó al suelo.
Abrió el ropero y encontró la llavecita en el estante superior que estaba manando sangre roja manchando todos los preciosos vestidos de seda que estaban guardados.
-¡Pues ahora, te toca a ti! Y la trajo arrastras hasta el sótano.
-¡Por favor!  Te ruego que me permitas serenarme para prepararme para mi muerte.  Dame un cuarto  de hora antes de quitarme la vida para que pueda quedar  en paz con Dios.
-Muy bien, rezongó el esposo.   Te doy un cuarto de hora, pero procura estar preparada.
La esposa corrió a su cámara del piso de arriba y pidió a sus hermanas que salieran a lo alto de las murallas del castillo.  Se puso a rezar y a decir
-¡Hermanas, hermanas! Veís venir  a nuestros hermanos.
Las hermanas luego de un rato contestaron:
-¡Sí, los vemos! Nuestros hermanos están aquí y acaban de entrar al castillo.
Barba Azul avanzó por el pasillo en dirección a la cámara de su esposa.
-¡Vengo a buscarte!, rugió
Mientras Barba Azul entraba pesadamente en la estancia con las manos extendidas para agarrarla, los hermanos penetraron al galope en el castillo e irrumpieron en la estancia.  Desde allí obligaron a Barba Azul a salir del parapeto, se acercaron a él con las espadas desenvainadas, empezaron a dar tajos a diestro y siniestro, lo derribaron al suelo y al final, lo mataron, dejando su sangre y sus despojos para los buitres.




~Cuento citado en “Mujeres que Danzan con Lobos” de Clarissa Pinkola

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