A lo largo de toda mi vida desde pequeña sentí que quería mantener la dulzura de mi corazón, sabía que veía y soñaba cosas que nadie más hacía en mi entorno y me preguntaba por qué, supe que quería ayudar a sanar, perdonar y ser compasiva, aunque no olvidar, porque quien olvida comete los mismos errores o se enfrenta a las mismas situaciones exponiéndose, lo que no se recuerda o comprende se repite. Me enfrenté a los más terribles demonios, entré de nuevo al bosque yo sola, si con mi dulzura pero con un corazón valiente como el de la leona y vencí a mis más terribles miedos interiores y exteriores. Ahora agradezco a mi alma que me ha estado guiando siempre, sé que ser bondadosa es la mayor cualidad que tengo y que uno puede serlo siendo valiente y combativa, como el bambú, fuerte, delicado y sensible a la vez, creo que es la más dura de las pruebas que enfrenté, y ahora mi corazón es más noble y fuerte, lo honro y le agradezco, y aún espero y confío en la compasión y nobleza que habita en el fondo de todos los corazones como un capullo deseando abrirse en primavera para hacer sonar la más hermosa música. 

Adriana