La elección de una carrera universitaria es una de las decisiones más
importantes en la vida de una persona. En un contexto
económico complejo e incierto, con una escuela media deficiente y una oferta
educativa en expansión, elegir el futuro pone a los jóvenes frente a ansiedades
diversas, desde las que naturalmente supone descifrar la oferta de carreras -e
inclinarse por una-, hasta las que agregan los padres, cada vez más preocupados
porque sus hijos "no se equivoquen".
Aunque muchos
chicos siguen esperando que la orientación vocacional mágicamente les diga qué
estudiar, las funciones que cumplen los orientadores son bien distintas. Entre ellas,
ayudarlos a decidir por sí mismos, descubrir sus intereses, entender el sistema
de educación superior, conocer el contexto económico, adquirir hábitos de
estudio e imaginar la vida a la que aspiran como adultos. En síntesis,
acompañar a los chicos en una decisión activa, en la que deben comprometerse. Así entendida, la
orientación vocacional puede reducir los fracasos y abandonos en los primeros
años de la Universidad, que no sólo están motivados por falta de conocimientos
o de hábitos de estudio. "Muchos chicos
eligen una carrera porque sus amigos lo hacen, por un imaginario equivocado de
éxito económico o para ir a una universidad determinada, pero no desde un
proyecto de búsqueda interna", alertan los especialistas.
"Muchos optan
por una carrera para estar anotados y sentirse protegidos, porque son
estudiantes de tal cosa en tal universidad, pero no se fijan de qué se
trata", señaló la psicóloga Adriana Gullco, presidenta de la Asociación de
Profesionales de la Orientación de la República Argentina (Apora).
Al mismo tiempo, la
orientación también resulta útil para abrir un futuro posible para muchos
chicos que, con dificultades económicas y formación media de menor calidad, ni
siquiera se animan a pensarse adultos. Por eso, dicen los
especialistas, la orientación vocacional debería integrarse a la educación
formal, no como una materia en el último año, sino como parte de la cultura
escolar y del modo de transmitir los contenidos.
La carrera dejó ya
de ser aquella ocupación predecible que se elige de una vez y para siempre y
marca toda la vida profesional. "Hoy se entiende que la carrera es un
punto de partida, y va a replantearse varias veces en la vida. Se espera que
uno cambie de trabajo y que tenga que gestionar su propia carrera. Por eso hace
falta una formación amplia, para tener la capacidad de readaptarse a nuevas
opciones de trabajo", dijo Gullco.
Ante este panorama
tan complejo, el camino es una "investigación interior" sobre
aptitudes y posibilidades, que deben contrastarse luego con la oferta educativa
y el horizonte laboral en que se vive. Nada fácil.
Los chicos que
terminan el secundario son una población muy vulnerable: no es fácil conseguir
trabajo; no todos pueden sostener económicamente sus estudios; necesitan ayudar
a sus familias y vienen de escuelas medias muy dispares, que les dejan
capitales culturales muy diferentes.
"Les cuesta
pensar el futuro porque el presente los asusta mucho. Algunos privilegian la
salida laboral, sobre todo cuando vienen de situaciones familiares difíciles, y
otros dicen que lo económico no les interesa para nada, lo cual tampoco es
cierto", apuntó Raquel Migone de Faletty, psicóloga y especialista en
orientación vocacional. "Lo
que intentamos es que los chicos se abran a la exploración, a buscar opciones y
se den un tiempo para pensar", expresó.
La información
sobre carreras e instituciones está allí, disponible y abundante en voluminosas
guías del estudiante y en Internet, pero pocas veces los chicos logran
comprenderla y utilizarla. Por eso, "desenmarañar" los datos también
es tarea de los orientadores, como acompañarlos en su propia investigación del
campo laboral, con encuentros con profesionales y visitas a instituciones, en
un proceso individual que debe tener respaldo de la familia. "No sirve la
orientación vocacional si no hay un contexto familiar que apoye la idea de
buscar un proyecto personal, en el que no se entremezcle el proyecto de los
padres."
Más que un problema
pedagógico para tratar en el aula, la elección del futuro profesional de los
jóvenes tiene interés para la sociedad, que también orienta, cuando, por
ejemplo, promueve algunas carreras y no otras, o identifica el éxito sólo con
el rédito económico.
"La
orientación vocacional debe servir para promover un cambio cultural en el país,
para fijar objetivos estratégicos, para revalorizar el esfuerzo y el proyecto
personal con metas y valores", señalan los especialistas.
La diversidad de
propuestas, que sigue creciendo, por un lado facilita la situación de quienes
enfrentan la difícil decisión de elegir qué van a estudiar, ya que disponen de
múltiples alternativas. Pero a la vez, la existencia de tantas opciones también
alimenta las dudas. El desconcierto frente a su futuro es moneda corriente entre
los chicos que terminan el secundario, en muchos casos sin haber pasado por un
adecuado proceso de orientación vocacional.
La mayoría de los
jóvenes no tiene bien en claro qué carrera elegir. Esta problemática no es
nueva, pero hoy está agravada por el tema de la precariedad laboral y la
tendencia a necesitar más formación para poder insertarse en el mundo laboral.
Un título ya no es garantía de trabajo de por vida, como pudo haber ocurrido en
otras épocas. No hay suficientes programas de orientación a lo largo de la
secundaria, y entonces a los chicos les falta el puente para saber a dónde
cruzar.
* * *
De "Contexto", San Miguel de Tucumán, Argentina
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