El amor verdadero entre hombre y mujer es un arte algo que merece esfuerzo, perseverancia y un gran trabajo interior. El primer modelo de amor fue el de nuestros padres hacia nosotros donde hubo un triángulo madre-padre-hij@, si el triángulo estuvo bien estructurado con los roles establecidos, madre y padre en una relación amorosa, responsable y clara y el hijo como persona al cuidado de ellos con un vínculo de ternura y amor, el hijo o hija podrá romper con el complejo de edipo (deseos amorosos e incestuosos con el padre o madre del sexo opuesto) y transitar hacia la autonomía y vivencia de su masculinidad y femineidad plena. Si los padres no realizaron un trabajo interior, no sanaron sus heridas y no pudieron estructurar este triángulo, volcando al hijo sus confusiones y poca claridad, el hijo percibirá que está en el medio de la relación de los padres quedándose fijado en el complejo de edipo en el niño o electra en el caso de la niña. Esta situación dolorosa y traumática de ser el intruso en la relación de pareja de sus padres será volcada como un patrón a repetir en el futuro en su adultez buscando ser el tercero también, involucrándose inconscientemente en relaciones con personas hombres o mujeres que no establecen claridad, ni respeto ni compromiso en sus vínculos ni en su sexualidad. Buscando la posibilidad de "mirar" que el origen de esto estuvo en la niñez, sanarlo y que ahora en la adultez cada persona puede luego de la comprensión de una vivencia tan confusa pasar a establecer un vínculo claro de respeto, amor con uno mismo para luego establecerlo con un otro en iguales condiciones es algo muy importante a lograr para el desarrollo de la masculinidad y femineidad plenas, algo que requiere lograrse generalmente en la compañía y contención de un o una terapeuta que realiza el rol materno o paterno con amor contención, claridad y respeto para con su paciente y le ayuda a restaurar su forma de amar y de vivir en armonía con su ser mujer y su ser hombre.
